-¿Viste?- me dijo Mariana levantando un ceja-. No querías creerme.
-¡Es... Asombroso! Hay tantas cosas para mirar, tanto para recorrer. Creo que no nos va a alcanzar el tiempo.
-Mmm no, seguro que no- me aclaró Nico-.
-Entonces mejor empecemos ya -nos animó Mar (así me gustaba llamarla)-.
La ciudad era realmente bella. Yo estudiaría arqueología, de modo que aquel lugar tan antiguo me hacía inmensamente feliz.
Mariana me explicaba cada cosa, contando historias y leyendas; era toda una experta. Yo sólo podía mirarla fascinada, soñando con alguna vez adquirir tantos conocimientos. La admiraba cada vez más. Ella era muy buena conmigo, empezaba a quererla mucho.
-Y Aquí, la gran Catedral - anunció-.
Me quedé boquiabierta. No pude decir nada. Toda mi vida había soñado con conocerla, y allí estaba, imponente.
Única, esa es la definición. Se me llenaron los ojos de lágrimas.
-¿Estás bien?- me preguntó Nico, un tanto asustado.
-Sí, esto es normal en mí -contesté con una sonrisa.- Cuando visito lugares históricos suelo emocionarme bastante.
- Oh, entiendo. Mejor así - al instante me dio un beso-.
Yo me quedé mirándolo. Feliz. Nada podía ser mejor. Él era todo para mi; todo lo que tenía en ese inmenso país. Pensar en que podría perderlo me desesperaba. Nos quedamos es silencio. Sólo escuchábamos el ruido de la naturaleza: los pájaros, el viento, algunos autos, pasos...
Una brisa fresca me despertó de aquel estado de amor puro.
Mar nos miraba raro, cómo esperando algo.
-Lo siento - repliqué mirando hacia abajo-. Sigamos caminando.
Mariana se dio media vuelta y siguió.
Ese día terminó sin más. A la noche, muy cansados, nos fuimos a dormir.
En ningún momento me arrepentí del viaje. Debo admitir que al principio no me pareció tan genial la idea, ya que, al no conocer tanto a Mar, quizás algunos momentos se tornarían incómodos; o tal vez no llegaríamos a estar de acuerdo en muchas cosas. Pero todo resultó diferente. Me di cuenta de que era una chica estupenda, con una mente muy abierta. "Podriamos llegar a ser amigas", pensaba todo el tiempo. ¡Cómo me alegraba de que fuera ella la hermana de mi novio!
A la mañana siguiente, alrededor de las 8, me levanté con mucha energía, lista para vivir otro día fantástico, igual o mejor que el anterior. Mi compañera de cuarto seguía durmiendo. Siempre me molestó despertar a quien dormía tan profundamente, así que decidí salir de la habitación sin hacer mucho ruido y volver más tarde.
Ya en el pasillo, recordé que había olvidado mi celular. "¿Volver o no volver? ", me pregunté. Lo mejor era no hacerlo, por la misma razón que ya mencioné.
Nicolas amaba dormir, no había forma de que estuviera despierto. Cansada de pensar, me largué a la calle, buscando algo nuevo para hacer.
Árboles. Había muchos árboles. Eran frondosos, intimidantes. Amo la naturaleza pero, en general, me alejo de ella por mi fobia a las arañas, un trauma que me acompaña desde muy chica.
Corrí hasta que la arboleda quedó bastante atrás. Ahora estaba en la calle, rodeada de gente que iba y venía. Yo era inmensamente feliz en aquel instante, un paz interior me hacía reír de tanta alegría.
Alguien me tomó del brazo y me arrastró por la vereda. No le podía ver la cara, sólo la nuca. Empecé a gritar para que me suelte, ¿cómo nadie escuchaba? Aquella desesperación me hizo desmayar. Había perdido la conciencia.
-Hey, despierta - me habló una voz suave, muy familiar-. Despierta, no fue mi intención que esto pasara.
No respondí. Estaba demasiado asustada.
-Cami, despertate.
¿Cómo sabía mi nombre?, ¿por qué hablaba como si me conociera desde antes?, ¿quién era?
-Soy Paul. El otro día hablamos en la gasolinera, ¿recuerdas?
-¿Paul?- dudé con voz un tanto agresiva. - ¡¿CÓMO SE TE OCURRE HACER ALGO ASÍ?!, ¡¿ME QUERÉS MATAR DEL SUSTO?!- le grité-.
-¡No, no digas eso, por favor! Sólo quería verte, hablarte. Estaba seguro de que de otra manera no hubieras aceptado esto.
-Yo no acepté nada. ¿y qué sería "esto"?, nosotros no tenemos nada.
-Bueno, pensé que capaz sentías algo por mi...
Lo miré con bronca y desconcierto.
-Yo siento "algo" por mi novio, no por alguien que recién conozco.
Se quedó sin palabras. Miró el suelo.
-Tampoco es tan grave, ¿no?- intenté animarlo -. No quise herirte.
En ese momento me pregunté dónde me encontraba, y miré a todos lados. Estaba en una camino con poco tránsito y con menos gente. Digamos que nadie pasaba por allí.
- Sólo nos alejamos media cuadra - me explicó, como sabiendo lo que pensaba-. Por ahí -señaló- es donde te tomé del brazo. ¿Ves toda la gente?
-Sí - respondí- . Ya entiendo dónde estamos.
Entre aquel amontonamiento distinguí a Nico. Sonreí.
Estaba con una chica, pero yo no sabía quién era. "De seguro es Mar. Y los dos salieron a buscarme", era mi lógica.
Él miraba a todos lados, nervioso.
-¡Acá est... - y no pude terminar la oración-.
Aquella joven no era Mariana. Esa lo tomó por el cuello y lo besó. Y así durante unos segundos.
Una lágrima rodó por mi rostro.
-¡Ya te llevo hasta tu hotel, no te pongas mal! - me dijo Paul, casi gritando.
- No es eso, no. -casi sin voz-.
Agarré al músico por los hombros y me le acerqué cada vez más. Mi corazón latía muy fuerte. Y cerré los ojos. Todo lo demás fue maravilloso. Él me tomó entre sus brazos y me besó. Sus labios estaban calientes. No podía alejarme de su boca. Nada me importaba ya. Sólo pensaba en él y en su hermosa forma de besar. Y nos quedamos ahí, congelados en el tiempo.
Alguien me llamó, pero no quería creer que era real.
Era Nicolas...
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