-¡Anda, Cami, salgamos hoy! No creo que tengas nada mejor qué hacer - me animó Mar por teléfono.
-No es que no quiera, pero estoy tan cansada.
-Di que sí- y supe que del otro lado de la línea ella sonreía exageradamente.
-Ok, salgamos un rato- acepté de una vez.
-¡Sí, genial! Te pasamos a buscar en un rato. Prepárate.
Y cortó.
La noche anterior había asistido una fiesta organizada por compañeros de la universidad, por lo que me había ido a dormir muy tarde. Creo que apenas había dormido cuatro horas, en realidad.
Todavía estaba en pijamas, toda desarreglada, y las chicas llegaban en cualquier momento.
Y en eso suena nuevamente el teléfono.
No iba a atender, estaba demasiado apurada cambiándome.
Siguió sonando.
-Hola -dije con voz tranquila.
-Hola -contestó una chica.
-¿Quién habla? -pregunté dudosa.
-¿Acaso ya te olvidaste de mí?
Me quedé sin pensar; y al cabo de unos segundos...
-¡Ximena, sos vos! -exclamé más que feliz.- No sabés lo que me alegra escucharte.
-¡Ay, a mí igual! Hacía un tiempo que no escuchaba tu voz, hermana.
Y menos mal que atendí.
Me dijo que dentro de unas semanas volaría a Londres. Parecía que los problemas en Argentina habían cesado, y ya que tenía algo de dinero ahorrado, vendría a visitarme.-No es que no quiera, pero estoy tan cansada.
-Di que sí- y supe que del otro lado de la línea ella sonreía exageradamente.
-Ok, salgamos un rato- acepté de una vez.
-¡Sí, genial! Te pasamos a buscar en un rato. Prepárate.
Y cortó.
La noche anterior había asistido una fiesta organizada por compañeros de la universidad, por lo que me había ido a dormir muy tarde. Creo que apenas había dormido cuatro horas, en realidad.
Todavía estaba en pijamas, toda desarreglada, y las chicas llegaban en cualquier momento.
Y en eso suena nuevamente el teléfono.
No iba a atender, estaba demasiado apurada cambiándome.
Siguió sonando.
-Hola -dije con voz tranquila.
-Hola -contestó una chica.
-¿Quién habla? -pregunté dudosa.
-¿Acaso ya te olvidaste de mí?
Me quedé sin pensar; y al cabo de unos segundos...
-¡Ximena, sos vos! -exclamé más que feliz.- No sabés lo que me alegra escucharte.
-¡Ay, a mí igual! Hacía un tiempo que no escuchaba tu voz, hermana.
Y menos mal que atendí.
-No puede ser, tenés que estar mintiéndome...
Abrí la puerta y salí corriendo a mi habitación.
-¡Hey! ¿Por qué te vas así, Cami?- gritó Mariana, entrando al living.
Y empezaron a reír.
-Ok, listo. ¿A dónde vamos?- preguntó Ana.
-¡Es cierto, creéme!- insistió.
-Bueno, me dejás sin palabras.
-Bueno, me dejás sin palabras.
No sabía qué decirle, estaba muy sorprendida por la noticia.
Terminé de hablar con Xime, después de quince minutos, y golpearon a la puerta. ¡Eran mis amigas! Yo no me había ni cambiado.Abrí la puerta y salí corriendo a mi habitación.
-¡Hey! ¿Por qué te vas así, Cami?- gritó Mariana, entrando al living.
-Lo siento -repliqué-, es que aún no me preparé.
-¡Tenías que estar lista!-dijo Ana- Te odio.Y empezaron a reír.
A los dos minutos aparecí, con un peine en la mano y un broche en la otra. Le di un abrazó a Ana y salimos a la calle.
-Te presento -empezó Ana-. Él es Eliot, mi primo. Vino de visita y para en mi casa.
Mariana abrió los ojos y sonrió moviendo la cabeza. Traté de ignorarla.
-Ella -siguió- es Camila. Vive aquí hace unos meses apenas, es de Argentina.
-Mucho gusto en conocerte -agregó él.
-El gusto es mío -estrechándole la mano.-Ok, listo. ¿A dónde vamos?- preguntó Ana.
Nos miramos entre todos. Ninguno de los cuatro tenía idea de qué hacer.
-Bueno -propuso Mariana-, podemos ir a las afueras de la ciudad; como un día de campo.
-No es una mala idea -animó Eliot.
-Si ustedes quieren, pues vamos - concluyó Ana.
Yo sonreí.
Subimos al auto y nos pusimos en camino. Eliot iba en la parte de adelante, junto con su prima.
Mariana me susurró al oído:
-Oye, ¿No es super apuesto?
-¿Él?
-Sí, Eliot.
-Emm...- dudé- Un poco, qué sé yo.
-¡Pero si es muy sexy!
Ana y Eliot se dieron vuelta. Mariana estaba colorada.
-NO, ¡Paul es más sexy que Ringo!- intervine guiñándole el ojo a mi amiga.
-Como digas -dijo ella después de unos segundos, mirando el techo.
Ana se había dado cuenta de lo que pasaba y empezó a hablarle de cualquier cosa a su primo.
Seguimos el viaje; hasta que, en un determinado lugar de la carretera, la gente parecía amontonarse desesperadamente. Eliot estaba concentrado mirando a la multitud.
-¡Oigan, tenemos que ir a ver! -exclamó Mar.
-Yo creo que mejor sería seguir -opiné-, basta de líos...
El chico me miró extrañado.
-Anda, ¿qué podemos perder? -siguió.
-No tiene nada de malo -dijo Ana.
¡¿Cómo?! Ella siempre se oponía a este tipo de cosas. Era raro.
-¡Porfaaas! -gritó Mariana en mi oído.
La miré a Ana como pidiendo ayuda.
"¡Oh, ahora entiendo!" pensé. Mi amiga quería quedarse a solas con su primo. ¿Cómo no me había dado cuenta?. Mi mirada apuntó cómplice hacia los ojos de Ana. Ella, al contrario, me miró como un tanto molesta.
-¡Camila, andando! - me ordenó Mar.
-Bueno -propuso Mariana-, podemos ir a las afueras de la ciudad; como un día de campo.
-No es una mala idea -animó Eliot.
-Si ustedes quieren, pues vamos - concluyó Ana.
Yo sonreí.
Subimos al auto y nos pusimos en camino. Eliot iba en la parte de adelante, junto con su prima.
Mariana me susurró al oído:
-Oye, ¿No es super apuesto?
-¿Él?
-Sí, Eliot.
-Emm...- dudé- Un poco, qué sé yo.
-¡Pero si es muy sexy!
Ana y Eliot se dieron vuelta. Mariana estaba colorada.
-NO, ¡Paul es más sexy que Ringo!- intervine guiñándole el ojo a mi amiga.
-Como digas -dijo ella después de unos segundos, mirando el techo.
Ana se había dado cuenta de lo que pasaba y empezó a hablarle de cualquier cosa a su primo.
Seguimos el viaje; hasta que, en un determinado lugar de la carretera, la gente parecía amontonarse desesperadamente. Eliot estaba concentrado mirando a la multitud.
-¡Oigan, tenemos que ir a ver! -exclamó Mar.
-Yo creo que mejor sería seguir -opiné-, basta de líos...
El chico me miró extrañado.
-Anda, ¿qué podemos perder? -siguió.
-No tiene nada de malo -dijo Ana.
¡¿Cómo?! Ella siempre se oponía a este tipo de cosas. Era raro.
-¡Porfaaas! -gritó Mariana en mi oído.
La miré a Ana como pidiendo ayuda.
"¡Oh, ahora entiendo!" pensé. Mi amiga quería quedarse a solas con su primo. ¿Cómo no me había dado cuenta?. Mi mirada apuntó cómplice hacia los ojos de Ana. Ella, al contrario, me miró como un tanto molesta.
-¡Camila, andando! - me ordenó Mar.
Bajamos rápidamente del carro y nos acercamos al conglomerado. Había tanta gente allí que se hacía casi imposible saber qué era lo que estaba llamando tanto la atención. Justo en ese momento un chica toda despeinada y alborotada empiezó a correr desde donde nosotras dos estábamos hacia la cantidad de gente concentrada.
-¡¡JOOOHN, TE AMOOOO!!- gritó descontroladamente aquella muchacha.
Mari me miró desconcertada. Hice lo mismo.
-Hablando de problemas... - dije con vos casi imperceptible.
-¿Qué deberíamos hacer, Cami?
-No tengo ni la más mínima idea- le respondí-. Ana no debe saber esto, se alteraría.
-Tienes razón, pero ¿cómo?- preguntó.
-Volvamos ya. Inventemos cualquier mentira y listo
Nos encaminábamos de regreso al auto con los otros chicos cuando una camioneta frenó enfrente de nosotras. Nos asustamos en verdad. La puerta se abrió. Cuatro brazos salieron de esa oscuridad y nos agarraron con fuerza. No pudimos ni pedir ayuda que ya estamos adentro de la misma.
-Camila, Mariana... Hola.
Hubo un silencio.
-¿Por qué siempre hacen estas apariciones que nos asustan?- le pregunté.
-Yo sé que te agradan.
Sí, eran ellos. Mariana no tardó ni un segundo más en acercarse a Ringo.
Por dentro, esta camioneta era como una limusina, muy cómoda y espaciosa. John estaba en el fondo, recostado en una especie de sillón bordó. George se encontraba muy próximo a aquel; no despegaba su mirada seria de mí. Ringo permanecía a mi izquierda, junto con Mariana (no le prestaron más atención a nadie, en realidad). y Paul se sentaba justo enfrente mío, muy cerca.
-¿Ustedes no tendrían que estar allí -señalé-, donde todas esas chicas?
-Emm, no -dudó el bajista.
-Entonces ¿por qué esas chicas siguen ahí?
-¡Tenemos dobles!- gritó John desde aquel lejano rincón.
Me reí. Automáticamente hice un seña a Mar para irnos.
-Continúa riéndo, por favor-suplicó Paul.
-¿Qué decís?
Ahora el reía.
-Sos tan hermosa... Pero entiendo que no te agrada que te lo diga, no estoy seguro de por qué.
-Dale, dejá de delirar- empecé a sonrojarme.
-¡Adoro esa forma en que hablas!- dijo mientras me abrazaba.
George seguía mirándome fijamente. Dejé estrechar a Paul para verlo.
-¿Dónde está Ana?- se dirigió a mí el músico, sin dudar.
Tragué saliva.